No pretendas saber (que es imposible)
cuál fin el cielo a ti y a mí destina,
Leucónoe, ni los números caldeos
consultes, no; que en dulce paz, cualquiera
suerte podrás sufrir. O ya el tonante
muchos inviernos a tu vida otorgue,
o ya postrero fuese el que hoy quebranta
en los peñascos las tirrenas ondas,
tú, si prudente fueres, no rehúyas
los brindis y el placer. Reduce a breve
término tu esperanza. La edad nuestra
mientras hablamos envidiosa corre.
¡Ay! goza del presente, y nunca fíes,
crédula, del futuro incierto día.