Leandro Fernández de Moratín

Oda

A la memoria de D. Nicolás Fernández de Moratín

Flumisbo, el celebrado
cantor de Termodonte,
por quien grato a las musas
fue de Dorisa el nombre,
 
ya las sombras habita
de los elisios bosques.
Llorad, Venus hermosa,
llorad, dulces Amores.
 
Suelta la crencha de oro
que el viento descompone,
la rica vestidura
desceñida sin orden.
 
Erato, que suave
le colmó de favores,
sobre la tumba fría
hoy se reclina inmóvil.
 
Del seno de su madre
el niño de los dioses
batió veloz las alas,
fugitivo se esconde.
 
Deshecho el arco inútil,
la venda airado rompe:
ardió la corva aljaba
y duros pasadores.
 
Es fama que en la selva,
por donde lento corre
el Arlas, coronado
de olivo, yedra y flores,
 
  sonó lamento ronco
de mal formadas voces,
que en ecos repitieron
las grutas en los montes.
 
Ninfas, la queja es vana
si dio la Parca el golpe,
ni vuelve lo que usurpa
el avaro Aqueronte.
 
Alzad un monumento
con mirtos de Dïone,
ornado de laureles,
guirnaldas y festones,
 
entrelazando en ellos
la trompa de Mavorte
y la cítara dulce
del teyo Anacreonte;
 
las coronas de Clío,
de Amor venda y arpones,
y las aves de Venus
el obelisco adornen.
 
Que si al asunto digno
mi verso corresponde,
si da lugar el llanto
a números acordes,
 
de la región que tiene
por su cenit al norte,
a la que esterilizan
rayos abrasadores,
 
Flumisbo en la memoria
durará de los hombres,
sin que fugaz el tiempo
su duración estorbe.
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