Sin espejos la tarde, escaso el día
que apenas su cyclamen insinuaba
y la prímula en flor se balanceaba
entre follajes de neblina fría.
Y mi azor, ah mi azor de fina gualda,
ausente y sin mensajes en el viento,
como si fuera piedra el pensamiento
o se hubiera apagado mi esmeralda.
Muda interrogo al aire sin fulgores
y nada escucha rezo ni loores
para obtener la gracia de su arribo.
Me cercarán los monstruos del desvelo
y hasta el alba estaré oteando el cielo
para ver si sus gemas apercibo.