, by Cdoncel
Juan Camilo Vallejo Casella

EL RUEGO

A Dios y todos sus avatares.

El primer trabajo que tocó el cielo
rasgó el firmamento e infundió miedo.
De tanta angustia llenó los celestiales halos
que Dios no tuvo más opción que aniquilarlo.
 
El enorme estruendo de su inmisericorde caída
fue tal que su eco aún resuena entre milenios.
Humanos enrarecidos salieron en estampida
y ahí nacieron nuestros idiomas primigenios.
 
Y también murieron los sueños magnánimos
y de antiguas sociedades perecieron los ánimos
de alcanzar la más inusitada y completa gloria
de sentarnos y departir en las celestes norias,
 
de equipararnos a Dios y a sus millares de ángeles,
de compartir la olímpica y verdadera ambrosía,
pero imposible es alcanzar sus puros cánones
por ser titulares de la antiquísima felonía.
 
¡Qué inmundo terror al que nos condenó!
¡A sufrir su divina ira por ir acercándonos
a su esencia y no ser una simple imitación!
A ser un bípedo devenido en camaleón...
 
¿Y cuál será nuestro destino por desatar
estas incontrolables fuerzas invocadas
en ciclónica y mundial tempestad
para construir un mundo según el Capital?
 
¿Ha llegado un nuevo tiempo de castigo?
¿De arrebato de este pseudo progreso?
¿De condenarnos a otro atroz retroceso?
¿De refugiarnos de Dios, el macho cabrío?
 
¿Quién nos ampara de lo incalculable?
¿Del terror de lo extraño inescapable?
Sólo la davídica y brahmánica omnisciencia
que escapa de la miserable humana presencia.
 
Si aún queda algo de bondad en ti, Dios,
escucha a esta, tu descendencia absoluta:
pierde el miedo de que te digamos adiós
y libéranos de esta existencia absurda.
 
Deja de vernos como hijos mancipados.
Tiempo es de la manumisión histórica.
De darnos la Gracia de los celestes halos,
y de departir contigo en las celestes norias.

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