Creo que de mi corazón ya no queda mucho, pues lo he reducido a una herramienta.
De él solo quedan cenizas, después del atentado que me obligó a dejarlo todo de lado.
Entonces, me siento sobre sus restos y trato de desentrañar los paradigmas del amor que mi padre y mi abuela me enseñaron.
¿Esto está bien?– Me pregunto.
Y noto, entonces, que el tiempo es una métrica que solo preocupa a los apurados, que para amar es imprescindible olvidar los números y las normas.
¿Es poco tiempo?– Me vuelvo a cuestionar.
Escucho con más claridad los latidos de mis sueños, los fantasmas del pasado y el deseo que arde en el presente.
Comprendo que el tiempo es breve, que los segundos que restan para amar son efímeros, pasajeros, fugaces.
Después, mi mente jurídica se inunda de restricciones, protocolos y contravenciones contra mi propia existencia, mientras que mi amor por el arte se aferra al brillo de las noches y a la devoción que le rindo a la Luna.
Los fantasmas de mi educación me incitan a obedecer, pero mi rebeldía innata insiste en romperlo todo: las normas en este ámbito no son doctrina válida, y el amor no necesita de un juez que dicte las culpas que debemos amar.
Y así, el maleficio de tus labios purificó mi mente sesgada, mientras yo te contagié mis miedos, esos que ahora parecen rehusarse a huir de ti. A veces, te pienso, especialmente cuando el satélite se posa en mi ventana y pronuncio tu nombre en silencio.
Como siempre he sido un poco pusilánime con tu existencia y tú me liberaste con tu boca, tomé una decisión: voy a jugar contigo.
Debo añadir que no me gusta perder.
Te invito a jugar a que te enamores de mí mientras disfrutamos del tiempo que nos fue designado.
Te invito a soñar mientras los deseos florecen entrelazados con mis manos.
Y te invito, sobre todo, a jugar a no tener miedo.
Pero quiero ser honesto contigo: este juego tiene una intención. No solo busco compartir contigo este presente fugaz, sino construir algo sólido, algo que trascienda. Quiero que caminemos juntos hacia un futuro donde no haya espacio para dudas, donde mi corazón deje de ser cenizas y el tuyo encuentre refugio en mis manos.
Te propongo que juguemos a enamorarnos, pero con la promesa de convertir este juego en algo real, en algo eterno.