Se han unido la hora, el piano y tu cuerpo,
para hacerme morir de nostalgias fragantes…
¡Qué me importa la vida! ¡Por cogerte una estrella,
rodaría a un abismo de dolor y verdades!
Y has mustiado mi frente con la música triste
de la nieve y del luto del piano y tu carne…
¡Con tus armas de seda, de perfume y de llanto,
te daría cien almas que pudieras quitarme!
…La sonata se extingue… Por la abierta ventana
entra un rosa encendido de caída de tarde,
y tus manos se abaten cual palomas heridas
y el piano parece que se tiñe de sangre…