¿De dó tus quejas vienen,
o dulce tortolilla?
¿El bien perdido lloras?
¿o en blando amor suspiras?
Amor, amor te inflama.
rindiose al fin la esquiva
constancia; bien tus ojos
incautos lo publican.
¡Cuál brillan!, ¡cuán alegres
se mueven sus pupilas!,
¡con qué ternura y gracia
al nuevo dueño miran!
Parece que al volverse
le dicen: «Ya las iras
cesaron, ven y goza
por premio mil delicias».
Él llega; y aun cobarde
con vueltas repetidas
cercándote, tu lado
gimiendo solicita.
Rueda y rueda, y se ufana;
tú pïando le animas,
y él más y más sus vueltas
estrecha y multiplica...
¡Oh, tórtola dichosa!,
¿dó vuelas?, ¿tus caricias
le niegas?, ¿o así huyendo
su ardiente amor irritas?
Ya paras; y a su arrullo
respondes; ya lasciva
le llamas, y al besarlo
ya el tierno pico inclinas.
Tu espléndido plumaje
se encrespa y al sol brilla;
tus alas se estremecen,
y gimes y te agitas.
¡Felice y tú, y tu amante,
feliz y esa florida,
haya que en blando lecho
con dulce paz os brinda!