Mas la sabia mano de quien me guiava,
veyéndome triste e tanto perplexo,
ovo por bueno de dar a mi quexo
un tal reparo qual yo deseava:
es a saber, de priesa tan brava
me toma e de dentro me pone tan libre,
qual el Penatígero entrando en el Tibre
fue de los griegos de quien reçelava.