Sueño que fuiste impulso de mi latido,
Y alas en mi anhelar:
Te mata la vida que nutriste,
Como la flor el fruto nacido de sus galas.
Afán que me hechizaste de tan triste,
Pensamiento clavado
En mis frágiles pulsos; estilete sutil:
A esa punta que hincaste pereces, traspasado.
Loco sueño disuelto en mi sangre febril:
¡Esa sangre te ahoga!
Morir te miro, ensueño
Que fue yo toda —como fue tronco toda hoguera,
Y charco toda nube—, en un trasvasamiento
Imperceptible, blando, como un deshojamiento de rosa,
En un temblor de atravesada mariposa.
Morir te miro, ensueño,
Como el árbol mirara arder el vicio leño
Cortado de su rama, o pudrirse la hoja
De cuyo muerto libre saldrá la yema roja.
Morir te miro, ensueño,
Y tu postrer tristeza es ya casi alegría,
¡Y tu último suspiro es ya casi esperanza!
Hoja muerta, que vuelves a la tierra madura:
¿En qué capullo nuevo, húmedo de ternura,
Renacerás mañana, ensueño en agonía?
Fuimos, en sueños compañeros
Fuimos, en sueños, compañeros:
La vigilia no nos unió.
¡Sólo en los sueños traicioneros
Su pie a mi paso se ajustó!
Labios gemelos en el ansia:
¡No unisteis nunca vuestro ardor!
Pupilas, astros de constancia:
¡Nunca rimasteis un fulgor!
Jamás las diestras se estrecharon;
Los labios sedientos no hablaron;
Pero el juramento existió.
Nunca las bocas se besaron;
¡De los besos que no quemaron,
Brasa fue el doble corazón!