Oigo al pie de mi balcón
vuestra gentil serenata.
¡Cuánto es a mi oído grata!
¡Cuán grata a mi corazón!
Pusieron hondos pesares
entre Castilla y yo el mar,
y a Castilla al regresar
me recibís con cantares.
¡Dios os dé tanto placer
como con ellos me dais!
Si un día en España dejáis,
como a mi os haga volver.
Temí que mi corazón
se hubiera insensible hecho,
pero palpita en mi pecho
de vuestra música al son.
Y pues le hace ella latir
después de tanto pesar,
tal serenata a pagar
debe el corazón salir.
¡Gracias, pueblo burgalés!
En cambio de la canción
que envías a mi balcón,
los versos echo a tus pies.
No extrañes si en el hogar
do entre lágrimas me hospedo,
tu serenata no puedo
con gayos versos pagar.
Págote con éstos, pues;
mas nunca olvides que son,
tan pobres como los ves,
hechos con el corazón.