José Zorrilla

A Don Wenceslao Ayguals de Izco, Epístola (En verso prosaico)

Tienes ¡oh Wenceslao! cosas diábolicas,
Ocurrencias fatales, como tuyas;
Y desdichas ¡ay Dios! tan hipérbolicas
Traen para mí, que aunque de oírlas huyas
Te las voy a encajar, porque a mi antigua
Y cerril libertad me restituyas.
¿Dónde habrá ¡oh caro Izco! más ambigua
Situación que esta ruin en que me pones,
A los trabajos de Hércules contigua?
¿Escribir en La Risa me propones
Y hacer reír? ¡A mí, que siempre he sido
El cantor de la sangre y las visiones!
¡A mí que en todas partes me han tenido
Por el búho más negro y melancólico
Que del furor romántico ha nacido!
¡A mí, cuyo estro bárbaro y diabólico
Espanta al sano público en la escena
Con obras que espeluznan a un católico!
¿Yo hacer reír? ¡Pues la aprensión es buena!
Con que te firme yo tu semanario
No queda al punto un suscriptor, y truena.
Mira lo que haces, Izco temerario,
Mira que te lo ruego por los cielos;
Ve tu empresa con ojos de empresario.
Porque si yo, cumpliendo tus anhelos,
Tiendo por tu papel mi negra pluma,
Te has de tirar muy pronto de los pelos.
Alíviame este peso que me abruma
Renunciando a mis versos montaraces,
Que es lo que a entrambos nos conviene en suma.
Mas... áspero mohín veo que me haces
Esto leyendo... ¿En tu opinión te cierras?
No me resisto más, tengamos paces.
Escribiré en La Risa, pues te aferras
En ello, Ayguals; mas sobre ti los daños,
Que mis jovialidades desentierras.
Horrendas cosas escribí en cinco años;
Más nueva luz en mí desde hoy sintiendo,
De mano voy a dar a mis engaños.
Voy a reírme yo, reír haciendo
Al que no haga llorar, ridiculeces
Del mundo en que vivimos descubriendo.
Voy a hacerte reír, pero tus preces
Dirige al cielo, Ayguals, porque te juro
Que te voy a mostrar las desnudeces
De la verdad, en castellano puro;
No correcto tal vez, pero tan claro,
Que ha de entenderlo el montañés más duro.
Y aqueste empeño para hacer más raro,
Por mí voy a empezar, ante tus ojos
Mostrándome cual soy bien sin reparo.
Perdona si tal vez te causa enojos
Mi ruin y flaca aparición barbuda;
Resultado es no más de tus antojos.
Contempla, pues, mi humanidad desnuda,
Y piensa que cual yo te me presento
Voy a poner a los demás sin duda.
Yo soy un hombrecillo macilento,
De talla escasa, y tan estrecho y magro,
Que corto andando, como naipe, el viento.
Y protegido suyo me consagro,
Pues son de delgadez y sutileza
Ambas a dos, mis piernas un milagro.
Sobre ellas van mi cuerpo y mi cabeza,
Como el diamante, al aire; y abundosa,
Pelos me prodigó Naturaleza,
De tal modo, que en siesta calurosa
Mis melenas y barbas extendidas
A mi persona dan sombra anchurosa.
Mi cara es como muchas que perdidas
Entre la turba de las otras caras,
Se pasean sin ser apercibidas.
Mofadora expresión si la reparas
Muestra a veces, las más, indiferencia,
Y otras melancolía, aunque muy raras.
Cual soy me tienes, pues, en tu presencia
Visto por fuera, Wenceslao amigo;
Pero visto por dentro hay diferencia.
Que aunque soy en verdad, como te digo,
De hombre en el exterior menudo cacho,
Alma más rara bajo de él abrigo.
Serio a veces, a veces vivaracho,
Tengo a veces arranques tan exóticos,
Que rayan en tontunas de muchacho.
Y otras veces los tengo tan despóticos,
Que atropello razones y exigencias
Por cumplir mis caprichos estrámboticos.
Poco alcanzo en las artes y en las ciencias,
Y eso que allá los padres Jesuitas
Me avivaron un tanto las potencias.
Mas yo, dificultades infinitas
En las ciencias hallando, echéme en brazos
De las Musas. Mujeres y bonitas
Ellas, muchacho yo, caí en sus lazos;
Y a fe que sus cariños me valieron
Inútiles, mas sendos sermonazos.
Tantos fueron, que al fin me condujeron
A oírlos con glacial indiferencia,
Y en mí esta indiferencia produjeron
Con que miro las cosas (y en conciencia,
Aunque cual gran calamidad la lloro,
No la puedo oponer gran resistencia).
Alabo el bien y a la verdad imploro;
Mas despierto con otra ventolera,
Y el mal ensalzo y la mentira adoro.
De esto viene el llamarme calavera;
Mas si un día en razón meterme debo,
¿Quién duda que lo haré como cualquiera?
Obscura vida, por mi gusto, llevo;
Mas si llevarla del revés importa,
Lo hallo tan fácil cual comerme un huevo.
 
La existencia no me es larga ni corta,
En paz la paso sin placer ni pena;
Como no tengo plan, nunca me aborta.
Si una buena alma investigar serena
Quiere lo que yo soy, por mil caminos
Irá, y tal vez de la verdad ajena;
Que (abreviando discursos peregrinos)
No sirve cuanto digo y cuanto hago
Para atar dos ochavos de cominos.
Porque soy todo yo tan raro y vago,
Que ni nadie me entiende ni me entiendo.
Lo que hice ayer, mañana lo deshago;
Dejo hoy tal vez lo que mañana emprendo,
Y así salen mis obras a mi antojó,
Aunque digas ¡oh Ayguals! «No lo comprendo.»
Tal soy, como te he dicho, y algo flojo
Tal vez anduve: mi retrato es éste.
Si a firmar tu periódico me arrojo,
Voy a ser más dañino que la peste;
Y he de sacarla pluma de mal año
Aunque tu misma enemistad me cueste.
Y pues donde cortar no falta paño
En esta injerta sociedad de ahora,
Do el ridículo sólo no es extraño,
Si me quieres así, sea en buen hora:
Reír me place, mas a costa ajena,
Que es más dulce reír cuando otro llora.
Tú dirás que esta epístola no es buena,
Y que si ha de ser tal cuanto te escriba,
Renuncias mis artículos sin pena.
Más aunque bien dirás, en esto estriba
La excelencia mayor de estos renglones,
Pues de justicia es ley distributiva
Que si critico de otros las acciones,
Me exponga yo a su crítica primero,
Y les dé la razón de mis razones.
Con esto, Ayguals, contestación espero
Recibir de tu puño, en versos fríos
Y ásperos como clavos; lo que infiero
No de uno de mis muchos desvaríos,
Sino porque contestes dignamente
A versos tales como son los míos.
Contesta, pues, y ríase la gente:
Que nos llamo La Risa sus apóstoles,
Y aunque nos diga el vulgo irreverente
Que esto es tocar el órgano de Móstoles.

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