Estoy enamorado de una niña;
me da miedo decirle que la quiero;
me da miedo poner entre sus labios
el veneno mortal del primer beso.
Me da miedo que un día, entre mis manos,
la rosa inmaculada de su cuerpo,
pueda quebrarse a la mortal caricia
del ansia incontenible del deseo.
Quisiera conservarla inmaculada,
como la niña que forjé en mis sueños
sin que nunca mis frases amorosas
encendieran pasiones en su pecho,
y verla junto a mí, con la inocencia
que reflejan sus ojos tan serenos,
su sonrisa tan llena de caricias,
y el encanto sencillo de su pelo.
Me da pena pensar que pueda un día,
vencido a los encantos de su cuerpo,
poner cruel entre sus labios puros
el veneno mortal del primer beso.