#Españoles #PremioCervantes #SigloXX #SigloXXI
Llega el momento de decir la palab… y se la deja fluir, se la ayuda a resbalar entre los labios, anclada ya en sus límites de tiemp… La palabra se funda a ella misma,…
La verdinegra tapia que ceñía el jardín del prostíbulo, en parte… de rótulos obscenos, todavía conse… los mismos desconchones inclemente… las mismas mordeduras de musgo y d…
Mil veces he intentado Decirte que te quiero, Mas la ardorosa confesión, mi vida… Se ha vuelto de los labios a mi pe… ¿Por qué, niña? Lo ignoro,
Recuerdo paso a paso aquel camino de tierra oscurecida por la lluvia… despiadados, alambradas hirsutas en las lindes y unos chopos sin ho… afligiendo al paisaje.
Por las ventanas, por los ojos de cerraduras y raíces, por orificios y rendijas y por debajo de las puertas, entra la noche.
Amor, primera forma de vivir, escu… ¿eres tú la tristeza que enciende… o acaso sólo existes desde un ser… mientras tiemblan sus ojos esperan… Yo no sé si te tuve, ¡oh amor!, du…
Detrás de la cortina un cuerpo esp… Nada es verdad si no su encarnizad… inminencia, esa insaciable culpa que a mí mismo me absuelvo aborreciéndome. Nada es verdad:
Esquiva como la noche, como la mano que te entorpecía, como la trémula succión insuficiente de la carne; esquiva y veloz como la hoja
Azulada por el nocturno oleaje, entre el ocio lunar y la arena ind… la casa está viviendo, decorada de… hecha clamor de memorables días di… o palabra más bien, que ahora escr…
Cuántos días baldíos haciéndome pasar por lo que soy. Máscara sin memoria, líbrame de parecerme a aquel que me supla… Uno solo será mi semejante
Defenderé el recuerdo que me queda de aquella calle inhóspita detrás de la estación de Copenhagu… Defenderé contra mí mismo ese recuerdo, cuando
Todas las noches dejo mi soledad entre los libros, abro la puerta a los oráculos, quemo mi alma con el fuego del salmista.
La veis un día domingo. Lleva un cuerpo cansado, lleva un… (no la podéis mirar), un traje donde cuelgan trabajos, t… pespuntes de dolor, esperanzas san…
Por los feudos del río Guadalete, ya en las cercas de espinos del cañaveral del Charco, aún subsisten los ruinosos porches de una casa
No podía ser niño en el pupitre inhóspito, llamaban a alguien, me miraba las manos, iba parpadeantemente emborronando las letras y los números, hendía