José Joaquín Palma

Tinieblas del alma

¡Las mujeres!
Esos misteriosos seres
hacen la vida querida
para amargarnos la vida;
y de lo bello al través,
con halagos seductores
cubren el alma de flores
y las marchitan después.
 
Sus inocentes engaños
se llevaron mis creencias,
y aquellas arborescencias
de aquellos primeros años:
mas no lloro
ese perdido tesoro;
porque en sus ojos ardientes.
Bebí el amor a torrentes,
y amor todo lo creó;
¡de amor al soplo fecundo
de las tinieblas el mundo
derramando luz brotó!
 
Con su aliento soberano
deifica el ser más mezquino
y lo humano hace divino,
y lo divino hace humano:
por do pasa
purifica, eleva, abrasa
¡cuánto palpita y se mueve
la vida en el amor bebe!
 
¡amor¡¡principio eternal!
Fuerza, sombra, melodía,
luz, calórico, armonía
del concierto universal!
 
¡Y yo amé fecundo el riego
bebió el alma estremecida
de ese elixir de la vida
en una boca de fuego.
 
¡Qué hechicera
es esa impresión primera
de una amorosa mirada
allá en la noche callada!
¡Y qué suaves impresiones
sentimos, si en dulce exceso,
el sacramento de un beso
desposa dos corazones¡Ella era un lirio del río,
blanca y pura cual ninguna,
hecha de rayos de luna
y de gotas de rocío.
 
Su mirar
era el suave luminar
de una estrella cuando asoma
medio oculta en verde loma:
ella en su rostro reunía,
como en espléndida corte,
a la belleza del norte
la gracia del mediodía.
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