José Jacinto Milanés

El negro alzado

A la puerta del bohío
sentado está el mayoral:
gotas de sudor le corren
por la patilluda faz:
yace su sombrero en tierra,
y en su gruesa mano está
grueso manatí, adornado
con un puño de metal.
Su hija mayor con un peine
negro, alisándose va
aquella gran cabellera,
cuyo dueño original
nunca sufrió a la tijera
que la entrase a desmontar.
Su mujer a cuatro pasos
tuerce y lava sin cesar
en una enorme batea
el vestido marital.
Dos chiquillos cerca de ella
con un negrito bozal,
todos tres desnudos, juegan,
retozan, gritan, se dan;
y cada vez que el negríto
amenaza a algún rapaz,
El gran manatí del padre
que los mira retozar,
levanta en su tierna espalda
doloroso cardenal.
La peinadora y los chicos
y la que atiende a lavar,
oyendo el agudo grito
que huyendo el negrito da,
muertos de risa, le llaman
para que vuelva a jugar.
El mayoral se sonríe
y grita: “Perro, anda a acá:”
“entretén mis hijos,” y alza
el instrumento fatal:
a cuya vista, temblando
vuelve a sus pies el bozal
entre dolientes sollozos
que tiene que refrenar,
y vertiendo de ambos ojos
lágrimas que risa dan.
“Este perro, —gruñe entonces
sentándose el mayoral,—
“bien se conoce que es hijo
“de aquel bribón de Julián
“que anda alzado hace ocho días.
“Desde bien temprano está
“Silverio con mis tres perros,
“en aquel cañaveral
“del vecino, registrando
“todo, para ver si da
“con él” —“Pues qué, –dice Quilla,
la esposa del mayoral,–
“¿con tres pelas que ya lleva
“no acaba de escarmentar?
“—Nada: los cujes de yaya
“que destrocé sin parar
“la vez pasada en sus carnes,
“no me puedo acordar ya
“cuantos fueron; pero apenas
“se pudo el perro parar,
“cuando volvió al monte en busca
“de su mujer Soledad;
“porque también la bribona,
“que es de estotro cafetal,
“anda alzada, y su marido,
“en viéndome descuidar,
“se junta con ella.” —“Y dime:
“Si ves que siempre se va,
“¿por qué no haces que con roscas
“vaya al campo a trabajar?”
“—Yo te diré. Aunque se ha huído
“tres veces éste Julián,
“como es un negro de aguante
“y muy callado además,
“tuve escrúpulo al principio,
“(y fue una bestialidad
“el escrúpulo) de darle,
“por el motivo no más
“de que le llamaba al monte
“el amor de Soledad”.
“—Fue una grande caballada.
“Es un esclavo no hay
“amor que valga: que sude
“trabajando sin cesar,
“porque para amar a nadie
“no puede tener lugar”.
“—Por supuesto. ¿Quien le manda
“que nazca esclavo y bozal?”
Y esto diciendo, se para,
y haciendo, en pronto ademán,
con el manatí en el aire
una cruz descomunal,
grita asi: —“Por esta cruz
“santísima, que a Julián,
“si hoy no lo coge Silverio,
“aunque venga Dios de allá
“del cíelo, y por él me pida,
“le tengo de ver pelar
“con el mayor boca—abajo
“que se dió ni se dará”.
 
Sus ojos, al decir esto,
llenos de ferocidad,
en sus órbitas saltaban:
oíanse rechinar
sus dientes: su pie pateaba:
contemplábase brillar
hinchadas sus venas, y era
una expresión infernal
de ira y alegre soberbia
la que ostentaba su faz,
tal como el buitre cubano
que baja raudo y voraz
al ver el reptil que brilla
removiendo el muladar.
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