José Jacinto Milanés

Después del festín

Dormir es vuestra suerte: dormid, pobres ancianos
que ya el festín dejásteis, y al transponer sus puertas
rendís la frente triste, dobláis las manos yertas:
inútiles cabezas, privadas de las manos!
Y pues que vuestros labios, tan torpes como vanos,
predican los consejos de la indolencia inerte,
pues sois veletas mudas que quiebra el soplo fuerte,
el soplo irresistible de la constante brisa,
no queráis en los lechos servir de escarnio y risa:
dormid, pobres ancianos: dormir es vuestra suerte.
 
Dormir es vuestra estrella: dormid, fuertes varones
que ya el festín os cansa y el vino os entorpece,
y hasta os fastidia el juego que el ánimo envilece,
y engendra en vuestros pechos cobardes corazones.
Dormid, que el sueño os guardan los pálidos sayones,
dormid, ingratos hijos de madre que es tan bella,
y pues en vuestras frases no habrá palabra de ella
ni voz que santifique su religión suprema,
mientras ese palacio de súbito se os quema,
dormid, fuertes varones: dormir es vuestra estrella.
 
Dormir es vuestro lote: dormid, niños hermosos,
prole de torpes padres y espléndidos abuelos;
que al empezar la vida no halláis claros los cielos,
antes los veis cargados de signos barrascosos,
Y pues cantar amantes ni reposar esposos
podéis mientras la esfera se nuble y se encapote,
al son del ronco trueno que zumbe y alborote,
y al resplandor del rayo que os ha de hender el techo,
inermes y arrullados en vuestro frágil lecho,
dormid niños hermosos: dormir es vuesto lote.
 
Dormid también; doncellas, crue caviláis amores;
dormid trémulas siempre, y acobardadas madres,
que ya vuestros esposos distintos de sus padres,
se alegran de ser flojos para esquivar temores.
Verted copas de vino; yaced entre las flores,
y pues que ya apurasteis las lúbricas piruetas,
encomendad al ocio las ánimas inquietas,
que mientras os envuelva la silenciosa calma,
con desvelados ojos, intérpretes del alma,
os guardarán el suelos fúnebres poetas.
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