José Hierro

Presto

De todos los que vi (se sucedían  
fatalmente), de todos los que vi,  
todos aquellos que solicitaron  
—de quienes yo solicité—ternura,  
calor, ensueño, olvido, paz o lágrimas...  
De todos esos en los que viví,  
 
por qué tenias que ser tú, retama  
matinal, estival, voz derruida,  
perro sin amo, espuma levantada  
hacia las noches, agua de recuerdo,  
gota de sombra, dedos que sostienen  
un pétalo de sol... por qué tenias,  
ciega, precisamente que ser tú...  
 
De todos los que vi, por qué tenias  
que ser tú, leño que sobrenadabas...  
Por qué tenias que ser tú, muralla  
de ceniza, madera del olvido...  
 
Por qué tenias que ser tú, precisa—  
mente tú, con el nombre diluido,  
con los ojos borrados, con la boca  
carcomida, lo mismo que una estatua  
limada por los siglos y las lluvias...  
De todos los que vi, desenterrados  
de las mañanas y los cielos grises...  
De todos, todos, todos, por qué habías  
de ser tú sólo quien me entristeciese,  
quien se me levantase, puño de ola,  
me golpease el corazón, con esos  
instantes sin nosotros, caracolas  
duras, vacías, donde suena el mar  
de otros planetas...  
 
Modelada en sombra
y en olvido, tenías que ser tú
melancolía, quien resucitase...
Préféré par...
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