Borra de tu memoria
este número de teléfono.
2—6—8—1—4—5—6.
Táchalo en tu agenda.
Si ahora marcaras este número que no puede escucharte,
nadie respondería. Este número sordomudo:
2—6—8—1—4—5—6.
Borra, olvídalo, tacha este número muerto:
es uno más, aunque fue único.
Las hojas de tu agenda tienen más tachaduras
que números y nombres.
Ya quedan menos a los que llamar;
apenas quedan números y nombres que te hablen
o que te escuchen: 2—6—8—1—4—5—6.
Haz todo lo que puedas para que se disuelva en tu memoria:
destrúyelo, trastuécalo:
8—6—2—4—1—5—4,
rómpele el ritmo que le correspondía:
4—5—2—6—1—8—4,
ya no lo necesitas,
no necesitas esos números, esos nombres o sombras.
2—6—8—1—4—5—6:
«¿Está Leonor?»
Y suponiendo que alguien te responda,
será otra voz la que responderá.
Baraja el número, confúndelo, desordénalo.
Así: 1—4—2—5—6—8.
«¿Está Guiomar?»
Baraja números y nombres, barájalos,
sobre todo los nombres:
«¿Está Guionor?» «¿Está Leomar?»
Silencio.
Olvida, tacha, borra, desvanece
esos nombres y números,
no intentes modelar la niebla.
resígnate a que el viento la disperse.
¡Colinas plateadas...!