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José Fornaris

La musa y el poeta

Una tarde de verano
Iba por un sitio agreste,
Cuando una visión celeste
A mi vista apareció.
Era dolorosa virgen
De frente pálida y mustia,
Y me dijo con angustia:
?La Musa indiana soy yo.
Llevaba un carcaj al hombro,
Blanco cinturón ceñía,
Y sus espaldas cubría
Con un manto azul turquí.
Indio penacho ostentaba
De finas y breves plumas;
Unas blancas como espumas,
Otras color carmesí.
 

EL POETA

 
“-Detente le dije ¡oh virgen!
Al pie de esta ceiba hermosa,
Y oiga tu voz misteriosa
En tan honda soledad.
Dime por qué dolorida
Exhalas en tu tormento
Melancólico lamento,
Americana deidad.-”
 

LA MUSA

 
Soy aquella que suspiro,
Me respondió cariñosa,
En la noche silenciosa
Cuando oigo al ave gemir;
Y ruego por los indianos
Que, entre bárbaros dolores,
Fueron por sus opresores
Condenados a morir.
Jamás cantaron en Cuba
Sus amores ni sus odios,
Ni sus tristes episodios
Heredia, Briñas, Tolón.
Yo quiero que tú entusiasta
Cantes en indias leyendas,
Sus desgracias, sus contiendas.
Sus fiestas, su religión.
 

EL POETA

 
Mas ¿cómo cantar si ignoro
La historia de los behíques,
De los dioses y caciques
De la aborígene grey?
Ven tú, Musa de los indios,
Tan pura como galana,
Inspírame soberana
Los cantos del Siboney.
 

LA MUSA

 
En claras noches de luna
Yo sé cómo la canoa,
Hendiendo va el Yabacoa
Sin que tema zozobrar;
Y cómo al golpe del remo
Cual melancólica queja,
El indio que la maneja
Alza cubano cantar.
Sé donde con picos de oro
En las floridas barrancas,
Arrullan tórtolas blancas
A la salida del sol.
Sé donde los lirios nacen,
Y conozco las arenas
De las orillas amenas
Donde brilla el caracol.
Yo sé todos los secretos
De las razas primitivas;
Raza tierna y expresiva
Que no supo sino amar.
Te contaré sus derrotas,
Y sus cruentos sacrificios,
Sus numerosos suplicios,
Sus pasiones, su pesar.
 

EL POETA

 
Ven, infúndeme tu aliento,
Adorada Musa mía,
Y llena mi fantasía
De tu eterno resplandor.
Revélame los arcanos
Del bosque y la virgen sierra;
Dime que no hay otra tierra
De más luz ni más amor.
 

LA MUSA

 
No hay otra, no, como Cuba:
Bello pintan en Oriente
Bajo un sol resplandeciente
El vergel de Eva y Adán;
Hermosa Moisés describe
Entre luz y poesía,
Jardín donde nace el día
La tierra de Canaán;
Bello pintan en Betania
El vergel y la colina;
Y bella a la Palestina
Con su cielo siempre azul;
Donde en la tranquila noche,
Aún resuena con misterio
El religioso salterio,
Y la voz del Rey Saúl;
Bellas son las de Virgilio
Encantadoras florestas,
Centro de glorias y fiestas
Del inocente pastor;
Bello el valle del Piamonte
Que cantó el sensible Tasso,
Del sereno sol de ocaso
Al moribundo fulgor;
Pero es más hermosa Cuba
En cuyas playas y huertos:
Forman perennes conciertos
El aire, la flor, el mar;
En cuyos campos se ostentan
Palmeras y espigas blondas,
Y corren límpidas ondas
Con lánguido suspirar.
Parece Cuba en los mares
¡Prodigiosa semejanza!
El arco en que el indio lanza
Duras flechas de jiquí.
¡El arco! El constante amigo
En el llano y en la roca
Del indio de Camarioca,
Del indio de Mayarí.
Virgen ceñida de palmas
En el golfo mexicano,
Mira sólo el Oceano,
Sólo el Infinito ve.
Y del Norte y Sud en medio
Al mostrar la altiva frente,
La corona un continente,
Y otro se extiende a su pie.
¡Ay del bardo miserable
Que no llore sus tristezas,
Que no cante sus proezas,
Y su hermosura gentil;
Y a despóticos sicarios
Sin pudor y sin decoro,
Ciña en la sien lauros de oro,
Cante con himno servil!
Si un nombre digno en tu patria
Alcanzar tu lira intenta,
Canta la historia sangrienta
De la aborígene grey.
Teje a los mártires indios
Una fúnebre corona;
El arpa vibra, y entona
Los “Cantos del Siboney”.
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