José Angel Buesa

Segundo poema del río

I

 
Íbamos en la noche con tu sueño y el mío,
donde empiezan tus ojos y termina la sombra.
Y allá, bajo los puentes, iba cantando el río
la inquietud que se olvida y el dolor que se nombra.
 
Vivir es una ciencia, pero amar es un arte;
y, puesto que quien ama va viviendo su muerte,
nadie sabrá que un día te besé sin besarte,
ni que te he poseído también, sin poseerte.
 
Y supe que la nieve puede ser una brasa,
aquella tibia noche de silencio y de seda,
y que, antes que una nube fugitiva que pasa,
quiero ser en tu vida la raíz que se queda.
 

II

 
Ibamos en la noche con tu sueño y el mío,
y la luna crecía, como si nos mirara,
mientras junto a nosotros iba cantando el río
todo lo que callábamos bajo la noche clara.
 
El amor, que embellece todas las cosas bellas,
sobrevive a las culpas, pero no a los reproches:
y yo seré en tu vida como son las estrellas,
que durarán brillando lo que duren las noches...
 
Y amaré en tu sonrisa todo lo que tú amas,
para que tus recuerdos se unan a mis olvidos,
al igual que esos árboles que enlazaron sus ramas,
y que unidos florecen hasta morir unidos.
 

III

 
Es dulce ir en la noche con tu sueño y mi sueño
y sentir que mi mano te besa si te toca;
y es grande esta ternura de sentirse pequeño,
cuando el sueño termina donde empieza tu boca.
 
Y ver crecer la noche temblorosa de frío,
en esta sofocante plenitud del verano,
oyendo el melancólico monólogo del río
que dice dulcemente lo que callas en vano.
 
Y luego estar contento y a la vez estar triste,
viendo pasar? el agua sin que nunca esté ausente,
mujer que estás conmigo después que ya te fuiste,
pues te vas y te quedas, igual que la corriente...
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