Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.
A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.
¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.
Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
—Ah, Susana. –¡Qué horror! –Perdóname. ¡Te veo!