Jorge Guillén

La isla

Encanto

 
La tarde que te rodea,
Bellísima, rigurosa,
Dispone a tu alrededor
Penumbra, silencio, fronda.
 
          ¡Cuánta lontananza para
          Quien al amor se remonta!
 
Aunque en la ciudad persista
Flotando una batahola
De rumor enardecido,
El verde al silencio adora.
 
          ¡Qué apartamiento de valle,
          Qué palpitación de corza!
 
Fatal la dicha, completa,
No puede no ser. Ahora
Todo a punto exactamente,
Paso a paso, ya se logra.
 
          ¡Respirar es entender,
          Cuánta evidencia en la atmósfera!
 
Cumbre de tiempo, el instante
Se resuelve en una obra
Que ante nosotros, humildes,
Llega a perfección, se posa.
 
          ¡Junio en torno, para mí
          Contigo, tú le coronas!
 
Déjame que espere aún,
Que mi pensamiento absorba,
Mientras a ti me abandono,
Lo profundo de tu aroma.
 
          ¡Te quiero así, desnudez,
          Rendidamente remota!
 
Déjame que todavía
Te sueñe como una ópera
Que de pronto se encendiera
Para mí, deslumbradora,
Mágica ante mi embeleso,
Y aunque tan real, tan próxima,
Entre sus luces se alzara
Siempre inaccesible: diosa.
 
           (¡Tu más divina hermosura
          Canta en secreto victoria!)
 
 

Invocación

 
 
Sabes callar. Me sonríe,
Amor, desnuda tu boca.
 
Una espera —como un alma
Que desenvuelve su forma—
Sobre los labios ondula,
Se determina, se aploma.
           Yo quiero profundizar,
           Profundizar —imperiosa;
           Encarnizada ternura—
           En tu frescor, en sus conchas.
 
Con el beso, bajo el beso
Te busco, te imploro toda,
Esencial, feliz, desnuda,
Radiante, consoladora.
           Consuelo hasta el más recóndito
           Desamparo de la sombra,
           Consuelo por plenitud
           Que a la eternidad afronta.
 
Sabes callar. Me sonríe,
Amor, desnuda tu boca.
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