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Alfredo Jiménez G.
8aCon valerosa sensatez asume el Poeta Jorge Guillén la inminente fecha temida e ignorada. Aquella en la que con fatiga se tenderá "la mano sin afán". Esa espera serena que tiende hacia el anhelo, dista mucho de ser resignación. El precursor de la Poesía Pura brinda un soneto que es una lección de genuina sabiduría ante la finitud de la vida. Hay agradecimiento sincero en sus palabras por la aventura de este viaje inolvidable.
Alfredo Jiménez G.
8aConsumada la sentencia decretada en el presente soneto, el Poeta Jorge Guillén murió a muy avanzada edad (hablando en parámetros humanos, desde luego). El muro que marcaba el lindero de su existencia terrenal, le impuso "su ley, no su accidente" y llegó aquella fecha ineludible en que tendió "la mano sin afán" después de haber escrito los diáfanos versos de su Poesía pura. Efímera o extensa una vida está llena de posibilidades que algunos pueden llamar encrucijadas. Muchos preferimos creer que tenemos la potestad de elegir el camino que invariablemente nos llevará hasta ese muro que bien pudiera desplegarse en pasadizo una vez traspuesto el inquietante umbral... Sabemos con certeza que transitamos acompañados de la muerte, en todo momento tomados de su mano. Nos lo dejó bien claro otro gran Poeta, Jaime Sabines, en un diálogo revelador entre un bardo y La Parca: "Yo soy -dijo esta última- tu verdadera madre. La que te trajo al mundo, te dio a mis brazos para siempre". Con la costumbre nuestros escasos días nos van creando cierta ilusión de inmortalidad; poemas como el presente de Jorge Guillén nos recuerdan nuestra finitud. Pues como también nos revela Sabines, la muerte nos sonríe y nos dice: "Estoy".