Quién sabe en qué brazo divino, alado y nocturno,
La oscura vivienda terrestre reposa,
Cuando sobre la nieve de casas dormidas, eterno,
El mágico gallo su alba sostiene, cual naipe
Dorado que asoma en la noche. Sería ceniza
De gloria la dulce bujía en las noches
De invierno, que tiende llanuras de pluma
Su negra enseñanza pisando la estufa,
Heladas veredas y casas caídas de hollín y de luna.
Y la huella del vago en la banca marmórea,
Que duerme y deslíe su lápiz de sueño en la fuente.
O la fría, también, primavera que se hunde
Con rosas y todo detrás de la luna, sus ojos,
sus dedos con fósforos abriendo otro cielo dormido.
Grises montañas que avanzan sería el reposo,
Por sobre los valles o espuma de libros,
Que jóvenes pálidos leen en desvelo, dobladas
Sus frentes de amargo cartón ante Palas,
Y la pluma, el trofeo, a un lado cual naves
Remotas, que negros hisopos alfombran de hastío.
Quién sabe qué cráneo de cera inclinado y augusto
Vacía en la azul biblioteca su grave magnolia,
O qué inteligencia de nieve ha cavado en la noche
Los astros, ventanas y pinos cuya barba es poesía
En las noches de invierno que huyen en humo y ceniza.