Desde que el primer hijo –en noche de tortura–
Se desprendió de ti como un brazo viviente,
La carne se te ha hecho una fruta madura
Y el amor como un pan se te ve y se te siente.
Tus mejillas se han vuelto suaves como pañales,
La voz se te ha llenado de ternuras y almohadas,
Palpitan en tus ojos dos tiernos animales
Y son como dos sombras tus manos sosegadas.