Los lechos son países deliciosos
Donde sólo los seres elegidos
Se pueden madurar. Desconocidos
Se levantan de ellos los esposos
Que los dioses protegen: silenciosos,
Como después de ser purificados
Con un agua divina; deslumbrados
Como dulces terneros saludosos.
¡Ah, qué miedo me dan los que se alojan
En los lechos de amor y se remojan
En aguas de ternura hasta los huesos!
Qué miedo cuando surgen dulces, hondos,
Transparentes y frescos hasta el fondo,
Lavados con el agua de los besos.