Qué bien tu amor aquí para que ladre
Y asuste a los leones de la muerte,
Qué bien tu amor velando como un padre
Este miedo que tengo de perderte.
Qué bien tu amor manando a mediodía
Una savia fresquísima y amada,
Qué bien despedazando la agonía
Y poniendo esperanzas en la almohada.
Qué bien que esté allá lejos, madurando
Como un durazno blando de ternura,
Qué bien cuando está cerca, despuntando
Como un trozo de Dios, de la amargura.
Qué bien en la mañana, despertando
Como un resucitado de ternura.