Hay fríos tan terribles que son casi bestiales,
Fríos que nos carcomen como inmensas polillas,
Fríos que nos persiguen dormidos y despiertos
Y nos ponen un negro temblor en las rodillas.
Hay fríos tan espesos como carnes humanas,
Fríos que pueden ser partidos con navaja,
Fríos que despedazan vidrios en las ventanas.
Por esos fríos, de noche, el corazón se raja.
Fríos aún más anchos y viscosos
Que los fríos de los hielos y los muertos;
Fríos que nos persiguen como lobos furiosos,
Fríos que nos maltratan dormidos y despiertos;
Fríos que vienen siempre que estamos silenciosos
Imaginando a Dios con los brazos abiertos.