Seré forastero,
devoto impasible
de todos tus caminos.
Aguardaré
a las afueras del sol,
a que los cántaros
llenitos de aguamiel,
emanen su salitre,
como la palabra
que emanó
de tu silencio
anoche,
en el orquestar
de las chicharras
acaloradas.
Seré forastero,
extranjero, curioso y ciego,
y sin embargo,
en presencia de la tierra
que cuidará de ti,
sus atardeceres
cuidarán de ti,
sus caballos,
cuidarán de ti,
y el trinar
de las aves que no atesoran,
también cuidarán de ti.
Hoy por la mañana,
el fraseo de la chicharra
tarareó tu voz:
me cuenta
que la memoria se oye,
como se oye la calma
empotrada
en algún ojo de agua.
Así que,
siempre seré forastero
en tus tierras,
me dicen;
y digo yo:
Buen día, mamá Inés:
¿me pasaría los frijolitos?