Jocelyn García

¿Qué hora es?

Carta 3: relojes de arena

Un reloj convencional te avisa con el tic-tac el pasar del tiempo, te precisan cuantos segundos, minutos y  horas han corrido desde la última vez que les echaste un vistazo.
A diferencia del silencioso y mortal reloj de arena que desvanece el tiempo sin avisar.
Cada pequeño grano de arena representa una fracción del tiempo, del correr de la existencia, del futuro que ahora es presente y en lo que escribo esta línea ya fue pasado.
No hay forma más literal de ver como se desvanece no solo el tiempo sino la vida, las oportunidades, los momentos.

Y esa efímera lluvia de arena es un llamado para llegar con prisa a nuestro verdadero destino, un llamado a  coleccionar momentos, un recordatorio que no somos eternos. Y la reducción de un solo grano nos pudiera parecer  insignificante como el día a día. Dando por hecho el amanecer del mañana siguiente, la presencia de quienes nos acompañan  y dejando para después lo importante.
Solo es cuando vemos el fin de las cosas como una nueva oportunidad para hacer todo lo que en mucho tiempo desperdiciamos
Como si automáticamente uno resurgiera de su hibernación  lleno de motivación, ganas, gusto y positivismo.

El reloj de arena tiene ventaja sobre nosotros, basta con darle la vuelta y empezar una nueva cuenta. Pero en la vida las flores se marchitan, las estaciones pasan, los niños crecen, los abuelos  mueren, los amores se desvanecen, el peso se devalúa, la plata se oxida, la comida se pudre y las modas pasan.

El reloj es el eterno recordatorio que por más minúsculo que resulte ser un grano, debemos aprovecharlo porque ningún momento pasa dos veces
En lo que nosotros perdemos el tiempo, el tiempo hace de las suyas  para remplazar todo lo que en su momento quedó en el olvido para nosotros, todo lo que dábamos por hecho, lo que sentíamos seguro, que en la cotidianidad se difumino el encanto y terminamos por verlo como un elemento más agregado a nuestra aburrida vida.

Es un recordatorio de que la vida pasa y si no caminamos con ella nos deja, como aquellos que pierden un vuelo, o se olvidan de bajar en la parada correcta del tren dejándonos a la so-sobra, improvisando con una vida que tal vez no era la que no nos correspondía .

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