¿En qué rincón o cueva está tu vida?
¿Debajo de qué sombra tu mirada?
¿En qué profundidad está enterrada
tu risa luminosa sorprendida?
Oh cotidiano muerto, cruz soñada,
serena soledad de ti nacida,
ardiente brasa que me tiene herida
la memoria, la voz y la llamada.
Te busqué en las esquinas y en el viento,
en las horas y cumbres de tu frío.
Y eres el paso del escalofrío.
Y eres el mar que en la nostalgia siento.
¡Oh presencia y dolor, oh muerto mío!