Cuando hay alguien que implora de mi labio un consejo,
yo le ofrezco mi amor;
¿qué pudiera decirle, yo que vivo perplejo
y de mí propio, espectador?
Ha de llegar un día en que mi boca sea
venero de piedad,
exigid para entonces que yo os brinde mi idea:
¡Hoy tan sólo sé amar!