Israel Rodríguez

Vuelvo al barrio

Pareciera como si el vestigio,
Permaneciera en el simbolismo,
De una pared en olvido,
Un resplandecer de mitos.
 
Afuera donde el destino,
Cuelga de matorrales,
Angustias de cristales,
Vicios de estudiantes.
 
Amparan el alma,
Las encrucijadas,
De gritos de niños,
En el lado salvaje.
 
Grandes voces ausentes,
Cordura en anaqueles,
Abarrotes, cuarteles,
Olor a detergente.
 
Vuelvo a caminar sobre cenizas,
Entre cierta gente.
Que ya no busca aventura,
Ni obstruir las salidas.
 
Donde escapan las camisas,
Del interior de revistas,
Que obscurece el deseo,
Años viejos y años nuevos.
 
Vuelvo a mi barrio,
Y en cada ventana,
Casi veo,
Al eterno.
 
Que, diciéndose recuerdo,
Me captura al vértigo,
Sonrisas aturdidas de sueño,
Fijas fantasías que temo.
 
De volver a la edad,
En que gigantes,
Fuimos esclavos,
De nuestra intimidad.
 
Etapas reflejadas en vino,
Latas de cerveza,
Un carbón al rojo vivo,
Delirios de amigos.
 
Que se embarcan,
Hacia el pasado extinto,
Un contingente de daños,
La espera de acostarnos.
 
Buscando el único sueño,
De cuando éramos antes,
Y el ayer un hoy distante,
Un posible fallo del motor.
 
Un retazo de hermanos,
Un genuino abrazo,
Que consiste en extractos.
 
De líquido de ojos,
Telarañas y destrozos,
Remembranza del fiel otoño.
 
Cuando nos despedimos,
Y aún siendo tímidos,
Experimentamos esoterismo,
De esquizofrénico destino.
 
Este prolongado adiós,
Brindis por el amor,
Por quien ya no está,
Y se escapó.
 
Pero que al regresar,
Solo ve ese longevo,
Rostro ajeno,
Al reflejar.
 
Otro día más,
En el poniente,
De esta ciudad.
 
Que sobrevive y se quema,
Que es de luz y de arena,
Que se engulle en la niebla,
Del barrio que ya no espera.

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