Israel Rodríguez

Elena

Si me buscas,
No me encuentras,
Si me llamas,
No te ofrezcas.
 
Es tan pesado el destino,
Que llevas en tu camino,
Es tan singular el espacio,
Que hay entre lo perdido.
 
De una ciudad que diviso,
Cada que pienso en vivir,
Entre sus escombros y los míos.
 
Me enamora el olor a polvo,
De tradición y banqueta,
Los sonidos a fiesta,
La libertad que se enfrenta.
 
Cada que te veo venir,
Hablar sobre el infierno,
Que nos impide sentir
El clamor de la época.
 
 
Soportar la mediocridad,
De quienes se creen perfectos,
Y levantan el altar,
De su doble moral.
 
Y se alarman con la verdad,
Y la niegan,
Se despliegan,
Como fieras.
 
Me entusiasma el criterio,
El calendario repleto,
Por la posibilidad,
De verte de nuevo.
 
Me reclama el siguiente,
Año paralizado,
La palidez del soldado,
Que asesina valientes.
 
Me desespera el vuelo,
Que no tomo,
El sangriento otoño,
De estudiantes y maestros.
 
Pero sobretodo,
Me entristece,
No mirarte,
Ni abrazarte.
 
En estos sueños de antes,
Cuando ya te quería,
Y tú que lo entendías,
Suspirando mis alegrías.
 
Y bailabas conmigo,
Y me dormías,
Y me dolía.
Cada que me despedía.
 
Y dejo otra vez,
Al monstruo dormido,
De concreto y papel.
 
De efervescencia de cuartel,
De gritos suprimidos,
Hurto, violencia, frío,
Y tu conmigo.

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