Isabella

Letargo

Hay cosas que se escriben desde el dolor de saber que nada va a cambiar.

—Uy cuchita, sabe qué me llamaron dizque para ir a camellar por allá en el campo. Me dan unos pesitos apenas pa’ sus medicamentos, pa’ que se me mejore.
 
—Mijito lo voy a extrañar,!Vaya con dios!
 
Suena el teléfono.
 
—Cuchita nos trajeron  al monte y nos dieron unas botas máquias, apenas pa’ este pedazo.
 
—Mijito, acá lo estoy esperando para hacerle un almuerzo bien rico.
 
Pasan los días, semanas, meses.
 
El desespero.
 
La angustia.
 
La zozobra.
 
—Le habla al cielo “¿Mijito dónde está”?
Esta casa es muy grande pa’ mí sola, su perra no deja de ladrar lo está esperando, y yo también.
 
Pasan los años.
 
Letargo profundo en soledad.
 
—Papito, de haber sabido que no volvería a saber nada de usted, hubiese preferido seguir enferma, le hubiésemos pedido al vecino Juan la plata prestada.
 
Se encuentran unas botas, ¿Mijito esas son sus botas, por qué se las puso al revés?

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