En el bosque de Borges es oscuro
lo claro, lo negro guarda el blanco,
lo blanco que es lo múltiple y el solo
color solar, hasta el aciago negro
que el alma infausta reconoce como
la ausencia en penas de la luz interna.
Miró la mezquindad pasar, la fuerza,
calmo de lealtades y paciencias.
Anduvo laberintos, pensó espejos,
zahires, bibliotecas infinitas,
quieto en un centro de sabiduría
velocísimamente movedizo.
De otros caminos, de ninguna patria,
de dioses poderosos y olvidados
fue la memoria donde renaciesen.
Veneró comprendiendo y fue distinto
del eco y del troquel de lo ya dicho.
Nada en él muere, si recomenzamos.