¿A Minerva te consagras?
Perdone Amor tu imprudencia:
Advierte que tanta ciencia
No es propia de la beldad.
No: tu sencillez conserva,
Y esa feliz ignorancia
Que la deliciosa infancia
Te recuerdan sin cesar.
Sigue la antigua creencia;
Y tu culto candorosa
Rinde al ara venturosa
Del omnipotente Amor.
Aqueste dios indulgente
Profesa la tolerancia;
Y a la pérfida inconstancia
Reserva el crudo rigor.
Ya del gusto el dios amable
Te reveló cuidadoso
El arte voluptüoso
Que Tersicore inventó.
Sabes de amor gratos himnos,
Y ¡untas con ágil mano
Los acentos del pïano
Á tu deliciosa voz.
En el mapa nunca busques
Los climas tristes, lejanos,
Que de griegos y romanos
Vieron el bélico ardor.
No busques al samoyedo,
Que en clima de hielo eterno
Sufre de perenne invierno
La tristeza y el horror.
Busca en él a Idalia bella,
Donde la diosa de amores
Brinda a sus adoradores
Inestimable favor.
No lejos yacen las playas
Do Leandro expiró rendido,
Y en que la mísera Dido
Fue víctima del Amor.
De la política historia
En la cansada lectura
Crimen, furor y locura
Tus ojos fatigarán.
No: la crónica de Pafos
Aprenderás en Ovidio,
Librándote del fastidio
Que los otros te darán.
La ciencia más importante
Es la de ser venturosa;
Conmigo, joven hermosa
Queriendo la aprenderás.
Mucho adelantado tienes,
Pues que supiste agradarme:
Yo te amo... Sabiendo amarme,
No quieras aprender más.