Una mujer podría empezar en esa lágrima
que derrama cascada abajo
y que se suicida en las riberas
de los lagos húmedos
de sus labios entreabiertos,
al reír.
Una mujer podría empezar en el suspiro
que recorre internamente
todo el cuerpo y toca su alma,
robándose un pedazo
el cual deja en la piel de quienes ama,
al abrazar.
Una mujer podría empezar en su pupila
que penetra el mundo que la excluye,
dejando leer en la ternura,
que se encuentra sumergida en su silencio,
la clave de la paz perdida,
al mirar.
Una mujer podría empezar en las palabras
sacrificio, ternura, amor,
paciencia, belleza y esperanza.
¡Pero no!
Una mujer empieza en todas partes
y no tiene límite de tiempo;
en ella no se encuentra un fin
porque ella toda es un camino
que conduce a ti.