Hubo un momento
de animales y beneplácito
animal,
de cabezas mareadas
en la paz de la guerra,
y morían a lo incalculable
los números no contados,
y llorabas como nunca
con tus flores vespertinas.
Veías en el cine la película,
el subtitulo hebreo de las fábulas,
y el cerdo maravilloso se llenaba la mano
de pochoclos -palomas -blancas crujientes.
Fascinados en la totalidad
cocinamos pan con abejas secas,
cocinamos hielo para calentarnos
en los días blandos.
Los días fueron felices, los números
seguían siéndolo y las operaciones
dividían solamente.
Dos sobre el dos: y en el lavarropas,
ropas rosadas y negras.
El día era nublado pero se secaban.
Te dije: "no te pongas ese abrigo,
está húmedo"
y casi te dio un grave resfriado.
No queríamos nada de eso,
no lo permitíamos
adentro,
donde habitan las Gorgonas
sufrientes.