Para justificarme en mi porfía
tal vez muevo la pluma que os alabe,
y antes de comenzar pide que acabe
de celoso temor la fantasía.
Pónesele delante al alma mía
temor que os perderé si tal se sabe,
y no decir de vos lo que en vos cabe
dice Amor que es traición y cobardía.
Hágome alguna vez más atrevido
y digo: «¡Qué temor tan sin prudencia!
¡Ámenla cuantos hay debajo el cielo!»
Ved si debo de estar ya bien perdido,
cuando, siendo incurable mi dolencia,
pienso en ajeno mal hallar consuelo.