Nicolás Guillén

La balada azul

Frente al mar, viendo las olas
la quieta orilla besar,
los dos muy juntos, muy juntos
cual no estaremos jamás,
ella me dijo:  —Quisiera
ser ola blanca del mar
y en su cristal peregrino
lucir mi fino cristal.
O ser el mar, que se mece
del aire al suave compás,
por donde en gentil carrera
saltando las olas van...
Y bajo el cielo sin nubes,
junto a la orilla del mar,
prendíle un beso en los labios
y con amoroso afán,
estrechándola le dije:
—Mi bien, yo quisiera ser más;
ser mar, si tú fueras ola,
ser ola, si fueras mar.
 
En el jardín donde el céfiro
dice su blanda canción,
al pie de la fuente clara
juntos, muy juntos los dos,
ella me dijo:  —Quisiera
ser lirio pleno de olor,
que al pasar, besara el aire,
que al brillar, besara el sol.
O ser el sol, que derrama
con ardorosa pasión,
oro hirviente en cada lirio
que en los jardines brotó...
Y en el jardín donde el céfiro
dice su blanda canción,
prendíle un beso en los labios
como quien prende una flor,
y estrechándola le dije:
—Mi bien, más quisiera yo;
ser sol, si tu fueras lirio,
ser lirio, si fueras sol...
 
En el cementerio, triste
como un enfermo pensil,
su cuerpo tibio y fragante
cerca, muy cerca de mí
(mientras Céfiro en las frondas
afinaba su violín,
para llorar a la Tarde
que acababa de morir),
ella me dijo:  —Quisiera
descansar por siempre aquí,
bajo esta tumba florida
serenamente dormir.
Y en el cementerio, triste,
como un enfermo pensil,
estrechándola le dije:
—Mi bien, yo siempre pedí
ser blanca cruz en la tumba
donde dormirás por fin,
para estar, aun en la muerte,
cerca, muy cerca de ti...
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