Nicolás Guillén

¡Ay, señora, mi vecina!...

¡Ay, señora, mi vecina,
se me murió la gallina!
Con su cresta colorada
y el traje amarillo entero,
ya no la veré ataviada,
paseando en el gallinero,
pues señora, mi vecina,
se me murió la gallina,
domingo de madrugada;
sí, señora, mi vecina,
domingo de madrugada;
 
ay, señora, mi vecina,
domingo de madrugada.
 
¡Míreme usted cómo sudo,
con el corral enlutado,
y el gallo viudo!
 
¡Míreme usted como lloro,
con el pecho destrozado
y el gallo a coro!
 
¡Ay, señora, mi vecina,
cómo no voy a llorar,
si se murió mi gallina!
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