—Te quiero.
.No, no, eso no dice lo que siento.
—Te quiero de veras.
.Mmmmmh eso está mejor, pero sigue estando lejos.
—Estoy muy enamorada de ti.
.No, que eso no te gusta que te lo diga.
—Te quiero que casi no lo entiendo. Te quiero como si fueses mi manta en una noche bajo cero, como si me supiese tu sonrisa frente a los atardeceres de cielos rosas, como si creyese que eres un niño que ha sabido vivir mucho. Te quiero casi sin miedo, con la plenitud de quien toma un earlgrey con lima mientras detrás del otro lado del cristal nieva. Te quiero como quien devora un libro de suspense y son las dos am y no ha pasado aún la llave de la puerta. Te quiero y entiendo que debo pisar los cristales con cuidado porque mis pies desnudos no sienten el dolor por el deseo que me entumece y me recorre las entrañas. Estoy adicta a ti. Convencida de que la próxima vez que hablemos mi necesidad se calmará y dejará paso a una cierta paz y estaré tranquila. Pero la saciedad durará poco. Y estaré convencida de que no sucederá de nuevo, más te escucharé sosegada y tu mente me irá carcomiendo de ganas de darte mordisquitos cortos y precisos, para hacerme con lo que llevas dentro. Te quiero con la alegría de un paseo por praderas de abril a las 10:30 am. Te quiero y me alegro porque de alguna forma esto es nuevo, nuevo en mi, que venía de vuelta.
.No, no, no, te quiero más que todo eso.
—Te quiero como a una brizna de papel que se escapa de la fogata y se lleva en ella a mi poema que descansará muy lejos. Como al niño que cayó, le sangran las rodillas y con sus lágrimas limpia las heridas, recoge sus piedras y se adentra en el bosque. Cómo a la amiga que para no dañar calla secretos y luego se retuerce, porque, de haber hablado, el daño habría sido menor. Te quiero como a los dibujos que hacen las espigas de espuma sobre la inmensidad del mar cuando las nubes me protegen y soy dueña de mi tiempo. Te quiero como a mi lengua, mis manos, mi vientre, mis miedos. Te quiero latiendo risas aunque estés lejos de mí.
.No, lo que yo te quiero es más intenso.
—Te quiero, sonrío y respiro. Creo que puedo. Te visualizo y me hago fuerte. Creo que si que puedo. Me levanto, abro los ojos, respiro otra vez, doy el primero de muchos pasos y continúo el trayecto.
.Vale, esto se parece más. Pero... aún no habla de cómo te quiero.