La parte blanca de la nocilla
Adoro la nocilla
no es algo difícil la verdad
adoro sus dos cremas
su contraste, su Ying Yang.
Y aún si me encantan ambos
mi favorito nunca perderá su lugar
la parte blanca de la nocilla
no perderá su 1.er puesto nunca jamás.
Me pregunto entonces,
¿por qué nunca la toco?
¿Por qué me como primero a su rival?
Quizás es para dejarla,
para aprovecharla en una ocasión mejor.
¿Llegará de verdad esa ocasión?
Quizás llegue cuando la lluvia al desierto
cuando a este caballero su dragón.
Le esperaría desafiante
con iguales cantidades de miedo
y de valor.
Porque quizás este sea grande
pero no lo suficiente
y quizás debí guardar mi espada
para mi próxima batalla
ya que su filo contra el dragón perdió.
Puede que sea por estigma social
al final esta parte es más similar al chocolate blanco
y lo ha dejado clara la sociedad
el chocolate blanco es azúcar, no es nada más.
Mi mente se acobarda
como si ojos la espiaran
el juez del populacho siempre mira
y lo que haga contará a todo el mundo
contará como he rechazado a la sacarina.
Le temo quizás porque pienso que lo sabrán
que me encontraré a un amigo por la calle
y con una sonrisa me dirá:
“Estaba bueno el azúcar, eh,
si es que no paras de zampar.”
Como si de algún modo fuera a saberlo
como si por ello me fueran a tratar mal
como si la otra crema de la nocilla
fuera de repente frutas, verduras y nada más.
Pero sé que no es así
sé que nadie me va a apedrear
dependiendo del lado de la nocilla
que quitará filo a mi cuchillo ese día.
¿Será por la sinergia de sabores
que tiene con mis recetas?
¿Tiene que ser eso verdad?
Cacao queda bien con todo,
¿crema de avellanas?
eso es más difícil de combinar.
No sé ni que hago
entreteniendo esta discusión mental
este pensamiento inútil
este argumento existencial.
En el fondo la respuesta es clara
y a lo que le tengo miedo es a la vulnerabilidad
que se halla en saber que
la parte blanca de la nocilla
también es tu favorita
y disfruto el triple sabiendo que si te la dejo
serás tu la ocasión con la que la voy a aprovechar.
