Gabriela Mistral

Muerte de mi madre: Nocturno de José Asunción

A Alfonso Reyes

Una noche como esta noche,
se han de dormir viniendo el día:
de Circe llena, ésa sería
la noche de José Asunción,
cuando a acabarse se tendía;
 
Emponzoñada por el sapo
que echa su humor en hierba fría,
y a la hierba llama al acedo
a revolcarse en acedía;
 
Alumbrada por esta luna,
barragana de gran falsía,
que la locura hace de plata
como olivo o sabiduría;
 
gobernada por esta hora
en que al Cristo fuerte se olvida,
y en que su mano, traicionada,
suelta el mundo que sostenía
 
(Y el mundo, suelto de su mano,
como el pichón de la que cría,
hacia la hora duodécima
sin su fervor se nos enfría);
 
taladrada por la corneja
que en la rama seca fingía
la vertical del ahorcado
con su dentera de agonía;
 
arreada por el Maligno
que huele al ciervo por la herida,
y le ofrece en el humus negro,
venda más negra todavía;
 
venda apretada de la noche
que, como a Antero15, cerraría,
con leve lana de la nada,
la boca de las elegías;
 
Noche en que la divina hermana
con la montaña se dormía,
sin entender que los que aman
se han de dormir viniendo el día;
 
Como esta noche que yo vivo
la de José Asunción sería.
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