Gabriela Mistral

La liana

En el secreto de la noche
mi oración sube como las lianas,
así cayendo y levantando,
y a tanteos como el ciego,
pero viendo más que el búho.
Por el tallo de la noche
que tú amabas y que yo amo,
ella sube despedazada
*
y rehecha, insegura y cierta.
Aquí la rompe una derrota,
más allá un aire la endereza.
Una camada de aire la aúpa,
un no sé qué me la derriba.
O ya trepa como la liana
y el géiser a cada salto
recibidos y devueltos.
O ella es y yo no soy;
ella crece y yo perezco.
Pero yo tengo mi duro aliento
y mi razón, y mi locura,
y la retengo y la rehago
al pie del tallo de la noche.
 
Y es siempre la misma gloria
de vida y la misma muerte:
tú que me ves y yo que te oigo,
y la pobre liana que sube
y cayendo remece mi cuerpo.
 
Coge el cabo desfallecido
de mi oración, cuando te alcanza,
para saber que la tomaste
y la sostengas la noche entera.
 
La noche se hace de pronto dura
como el ipé y el eucalipto;
se vuelve cinta de camino
o queda y dura en río helado.
¡Y mi liana sube y te alcanza
hasta rasarte los costados!
Cuando se rompe, tú me la alzas
con los pulsos que te conozco,
y entonces se doblan mi soplo,
mi calentura y mi mensaje.
Sosiego, te nombro, te digo
uno por uno todos los nombres.
¡La llana alcanza a tu cuello,
lo rodea, lo anuda y se aplaca!
 
Se aviva entonces mi pobre soplo
y las palabras se hacen río,
y mi oración así arribada
¡al fin sosiega, al fin descansa!
 
Entonces ya sé que arriba
*la liana oscura de mi sangre
y el rollo roto de mi cuerpo,
en oración desovillado.
 
Y aprendo yo que la paciente
gime cortada, luego se junta
y vuelve a subir, y subiendo
a más padece, más alcanza.
 
En esta noche, tú recoge
mi llamado, tómalo y tenlo;
duerme, mi amor, y por ella
hazme bajar mi propio sueño,
y como era sobre la tierra,
así amor mío, así quedemos.
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