El surco está abierto, y su suave hondor
bajo el sol semeja una cuna ardiente
¡Oh, labriego, tu obra es grata al Señor!
¡Echa la simiente!
Nunca, nunca, el hambre, negro segador, 5
a tu hogar se llegue solapadamente.
Para que haya pan, para que haya amor,
¡echa la simiente!
La vida conduces, rudo sembrador.
Canta himnos donde la esperanza aliente; 10
burla a la miseria y burla al dolor:
¡echa la simiente!
El sol te bendice, y acariciador
en el viento Dios te besa la frente.
Hombre que echas grano, hombre creador,
¡prospere tu rubia simiente!