Eres la rosa ideal
que fue la princesa-rosa,
en la querella amorosa
de un menestral provenzal.
Si tú sus trovas quisieras,
llegarían, como un ruego,
los serventesios de fuego
en armoniosas hogueras.
Darías al vencedor
los simbólicos trofeos,
en los galantes torneos
de la ciencia del amor.
Incensado por el aura
de la dulce poesía
en tus manos dejaría
su cetro Clemencia Isaura.
* * *
Serías el lirio humano
que halló un rey bajo su tienda,
en la brumosa leyenda
de un minnesinger riniano.
En ti vería el guerrero
perlas y rocío, como
en el tesoro del gnomo
que descubrió un hechicero.
Tendrías un camarín
por las hadas adornado,
en un palacio encantado
de las márgenes del Rhin.
Y en las noches de las citas,
bajo el rayo de la luna,
envidiaran tu fortuna
Loreleys y Margaritas.
* * *
Mientras pensativo y triste,
junto a la cruz de un sendero,
estrechara un caballero
la banda azul que le diste,
en tu ventana ojival
dulcemente reclinada,
oirías la balada
del ardido Parsifal.
Y de un juglar, que ha traído
su arpa cubierta de flores,
la historia de los amores,
de Crimilda y de Sigfrido.
En tu blanco camarín
por las hadas adornado,
resonaría el sagrado
cántico de Lohengrín...
Ya mi pálida quimera
se ha enredado, como una ave
en la onda, crespa y suave,
de tu blonda cabellera.