Fran Gonzalez

El Pulso y la Sombra

No me mires así,
como si el tiempo fuera un muro
y no un puente.
Como si mis días brotaran en otra orilla,
lejos de tu lluvia y de tu sol.
 
Mírame bien,
mírame con la verdad de quien tropieza
pero no cae,
de quien se aferra a lo improbable
porque es lo único que respira.
 
Crees que soy demasiado mañana
y tú demasiado ayer.
Crees que mi risa es un animal salvaje
y la tuya una herida dormida.
Pero yo te encuentro en las horas
donde nadie más me espera,
en las palabras que no piden permiso,
en el pulso exacto
donde mi piel aprende la tuya.
 
No te escondas tras la fatiga de los que han amado mal,
no cuentes los años como si fueran fronteras.
Si el miedo pesa, lo llevo yo.
Si la duda muerde, la callo yo.
Solo dime que caminas,
aunque sea despacio,
aunque sea con la sombra de tus noches
tirando de tu espalda.
 
Porque si el amor es un relámpago
quiero arder en su destello,
y si es una cuerda tensa
quiero que su música nos atraviese.
No soy promesa,
no soy tregua,
solo soy la que se queda
cuando el resto ya ha huido.
 
Y si aún dudas,
si aún miras el suelo
como si ahí estuviera la respuesta,
entonces quédate quieto
y escucha:
es el eco de tu propio nombre
llamado por el mío.

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