No todo está perdido en este cruce,
no todo es sombra al llegar la tarde.
Hay luz aún en las rendijas del alma,
y ganas, sí,
aunque se digan en voz baja.
He vivido, claro.
He amado, he sido sostén,
columna de un hogar que aún se yergue.
Pero hoy me descubro distinto,
no roto, ni vencido:
inquieto.
No busco otra piel,
ni una historia paralela,
Sí los abrazos,
reconectar con el pulso de lo que me hacía vibrar.
Quizá esta mujer,
con su sonrisa casual,
sea solo un espejo.
Una chispa que me recuerda
que todavía soy capaz de despertar algo en alguien.
Y más aún:
en mí.
No corro,
no huyo,
no caigo.
Camino, más consciente,
eligiendo con ternura lo que no quiero perder,
y animándome, por fin,
a mirar lo que sí puedo recuperar:
mi deseo,
mi voz,
mi ser completo.